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martes, 18 de enero de 2011

El profesor de la Universidad de Oxford, Eugene Rogan, historiador, presenta hoy en Madrid su historia de los «Árabes» y de paso al islamismo tambien

Fuente: Abc



Polemicemos sobre el islam y el velo. Para empezar, digamos que nuestros prejuicios son también un velo, que oculta nuestro conformismo. Eugene Rogan es un historiador apasionado por la materia que investiga y muy capaz de abrir nuestros ojos. Hablar del mundo árabe con este profesor de Historia Moderna de Oriente Medio en la Universidad de Oxford es retomar una curiosidad velada por el miedo y la desconfianza. Mientras aún humea la revuelta que ha depuesto al presidente de Túnez, Rogan hablará hoy en la Casa Árabe de Madrid para presentar su impresionante libro «Los árabes. Del imperio otomano a la actualidad» (Crítica). Conversamos sin velos.
Parte de la entreviste:

—La ley islámica nos parece bárbara. En Irán vemos ahorcamientos y también sentencias de lapidación. No podemos aceptarlo, ¿no cree?
—Irán ejerce influencia, pero el asunto es complejo. Conviven allí las sentencias de lapidación con un movimiento en pro de más democracia que ha llevado a personas a luchar y a morir en las calles. No es lo mismo el pueblo iraní que su Gobierno. Confío más en el futuro del primero.

—Nos propone lo mismo que los libros que daban la visión islámica de las Cruzadas.
—Hay un libro muy interesante, el de Amin Maalouf, precisamente sobre eso. Nos da una comprensión completa del periodo. Hoy pasa lo mismo, necesitamos asomarnos a lo que sienten frente a su historia.

—¿La frustración de los árabes hoy es un contraste con la época de esplendor que vivieron en el s. XIX?
—Fue una respuesta intelectual a los desafíos, ideas y tecnología occidentales de la revolución industrial. ¿Cómo beneficiarse aún hoy de ellas sin rendirse? El siglo XX vio el fracaso de la unión de naciones árabes buscando su propia grandeza. Por ello ha crecido un sentimiento refractario a nuestras ideas y con el centro de gravedad en el islam. Su adaptación será el asunto de este siglo.

—¿Es difícil separar la Religion y el Gobierno en el mundo árabe?
—Eso ya ocurrió en Al Andalus. Y muchos gobiernos hoy son laicos, con pocas excepciones.

—Pero se extiende la sharia.
—Muy poco, la mayoría posee leyes civiles. Y el movimento en su contra es fuerte. Ni Marruecos, ni Argelia, ni Túnez, ni Libia, ni Egipto...

—Pero el movimento radical crece.
—Arabia Saudí, Irán, Pakistán…. son minoría, casi la excepción.

—¿Podemos hacer algo?
—No es nuestro problema. Es su problema. Tienen derecho a elegir su gobierno y su sistema político. Puede que no nos guste, pero probablemente a ellos tampoco les guste el presidente de EE.UU. y no tienen derecho a cambiarlo.

—Turquía es otro centro de gravedad cambiante. ¿Cómo ve su nueva relación con Europa?
—Tras veinte años llamando a nuestra puerta, Turquía está menos interesada en la UE. Reorienta su política y leyes fuera del legado europeizador de Atatürk, para desarrollarse como potencia regional, entre Europa y Asia. Debido a la crisis en la Europa que sistemáticamente los rechazó y humilló, prefieren no centrarse en el legado del Kemalismo, tan presente en la milicia, para hacer a Turquía más consistente con el islam y la cultura original de los turcos. Es un modelo de éxito, islámico y democrático.

—¿Y cuál será el papel de las mujeres en el cambio?
—No hay un mundo árabe, está lleno de matices diversos y grandes diferencias. Uno de los asuntos en los que más se nota esto es en el peso de las mujeres. Hay países donde las mujeres son ciudadanos casi iguales a los hombres, como en Túnez, Marruecos, incluso lo eran ya en el Irak de Sadam Husein; y hay países donde están obligadas a ir al colegio aisladas, no pueden formarse o trabajar, como en Arabia Saudí. Y el futuro del mundo árabe depende también de la contribución de todos sus ciudadanos a la prosperidad de la nación. La ONU tiene programas interesantes para ayudar al desarrollo de las mujeres, creando universidades y acercando la tecnología. El mundo árabe sabe que tiene ese problema y que debe solventarlo, con diferencias entre países, por supuesto. Pero hay conciencia de que es un desafío en este siglo XXI.

—¿Cuál será el papel de los musulmanes europeos en la evolución del mundo árabe?
—No creo que Europa lo haya hecho muy bien, le ha costado reconocer que los inmigrantes que llegaron hace 20 años hoy son ciudadanos europeos, y sus hijos también. No son extraños ni lo fueron nunca en la historia de España, los Balcanes, Francia… Creo que estamos en el siglo en el que reconoceremos que Europa es tan judeocristiana como islámica, porque las tres religiones han estado muy implicadas en nuestra historia y no podemos repetir un rechazo como el que sufrieron los judíos en el siglo pasado. Historia, presente y futuro, se unen en esta idea controvertida, en el momento en el que debatimos sobre el velo y el burka, pero creo que es solo un momento de nerviosismo conectado con los actos terroristas. Despertemos y reconozcamos que todos los ciudadanos tienen derecho a contribuir a la cultura nacional.

—¿Y qué es un ciudadano? Un contribuyente no puede vivir cerrado en su gueto cultural. ¿Debe Europa definir qué hacer al respecto?
—De acuerdo, los derechos y obligaciones de todos deben ser iguales. Mi impresión es que sería muy bueno luchar por la igualdad desde la educación. Sería un desastre que por regular la indumentaria algunos alumnos se quedaran sin escolarizar. Todo europeo debe tener la misma educación.

—Pero el multiculturalismo no ha funcionado.
—Ese es el peligro. Y buena parte de la ira de los árabes en Europa surge de que no se sienten respetados. En muchos lugares de Europa los musulmanes reconocen que obtienen beneficios de la libertad que disfrutan en nuestros países. Si compartimos lo mejor de nuestros valores podemos ser optimistas. 

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