Fuente: El correo
Mohamed Diyab Mohamed lee el Corán en la mezquita Assalam, en la calle Begoñazpi  de Bilbao. :: FERNANDO GÓMEZ
El País Vasco acoge a más de 30.000 musulmanes,  casi el doble que hace tres años
La oposición de los ciudadanos  libios radicados en España a la masacre cometida contra sus compatriotas por  Muamar Gadafi tiene su epicentro en un piso de la Alameda Urquijo de Bilbao.  Desde estas oficinas, los representantes de la Casa Libia en Euskadi lideran las  iniciativas de condena y protestas contra el tirano impulsadas por los  emigrantes de aquel país establecidos en Madrid, Barcelona, Málaga, Valencia o  Cantabria, incluida una manifestación convocada a través de Facebook en la  Ciudad Condal. No solo son los libios; también los argelinos, marroquíes,  tunecinos, egipcios, mauritanos.... Los 30.000 musulmanes afincados en el País  Vasco observan desde miles de kilómetros de distancia la ola de libertad que  recorre los países árabes con una mezcla de esperanza y también de dolor por la  brutal represión en Trípoli.
Según el último estudio demográfico  realizado por la Unión de Comunidades Islámicas de España (Ucide), son en  concreto 30.313 los ciudadanos musulmanes que residen en Euskadi, el 40% de  ellos afincados en Vizcaya. La mayoría son marroquíes (14.386) y argelinos  (4.673). Representan el 1,3% de la población vasca, la mitad que en el conjunto  de España, pero su presencia se ha disparado de forma espectacular en los  últimos tiempos debido a la inmigración y la adhesión al Islam de las segundas  generaciones hasta duplicarse en sólo tres años: en 2008, el mismo informe anual  de la Ucide estimaba que eran apenas 16.000 personas.
Fue en la década de  los 70 cuando las primeras familias procedentes del Magreb se asentaron en  localidades industriales de Guipúzcoa; de hecho, la primera mezquita se inauguró  en Eibar en 1982 a raíz del fallecimiento de una mujer musulmana y la falta de  medios para llevar a cabo los rituales funerarios. En la actualidad existen en  Euskadi una veintena de centros de oración que «siempre se quedan pequeños»,  asegura Ahmed El Hannafy, presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de  Euskadi y del centro cultural Assabil, que, junto a la mezquita Assalam de  Bilbao, constituyen uno de los principales lugares de culto y difusión de la  cultura islámica en el País Vasco. «La comunidad musulmana se está ampliando de  tal forma que no estamos preparados para dar la respuesta que quisiéramos»,  reconoce. De hecho, ya han solicitado permiso para abrir una nueva mezquita en  Bilbao destinada a 800 fieles.
Aunque funciona desde 2006, Assalam fue  inaugurada oficialmente en diciembre. Estos días están de enhorabuena: acaban de  dar la bienvenida al nuevo chej o imán del templo, Mohamed Diyab Mohamed, un  joven egipcio de 30 años licenciado en Al Azhar, la más prestigiosa y  emblemática universidad del Islam. Hasta ahora, el jefe espiritual de la  mezquita venía becado por una temporada en función de un convenio con la Ucide,  pero «creemos que tener un imán fijo es beneficioso para la comunidad». «Tenía  previsto incorporarse en noviembre, pero Dios le tenía reservado participar en  la revolución», comenta el portavoz de la mezquita. «Los egipcios han sentido su  dignidad, su libertad», se felicita el imán en su lengua natal. Ya ha empezado  con sus clases de castellano.
Desmontar  prejuicios
Son las seis y media de la tarde y en el templo reza  una docena de personas. Los viernes, el día sagrado, la mezquita no da abasto y  los fieles se agolpan en la entrada. En esta ocasión, todos son hombres; las  mujeres tienen una pequeña sala aparte. Son las normas del Islam, difíciles de  comprender para una mentalidad occidental. «La gente no sabe realmente lo que es  el Islam, cómo se trata a la mujer, cómo es la familia...», se defiende Ahmed,  ingeniero agrónomo de profesión pero que se dedica a la instalación de placas de  pladur. La comunidad islámica, dice, está en una «constante lucha» por desmontar  prejuicios, más enraizados si cabe desde los atentados terroristas del 11-S y el  11-M.
Buena parte de los esfuerzos de entidades como Assabil -hay una  veintena en Euskadi- van encaminados a darse a conocer y acabar con los  estereotipos: son habituales las jornadas de puertas abiertas o la puesta en  marcha de iniciativas integradoras. «Aquí llegamos a tener un grupo de montaña,  un equipo de fútbol...» En las fechas señaladas, como el Ramadán, ofrecen dulces  a los vecinos. «Hay quien los acepta y quien no. Pero en general, estamos  bastante integrados», comenta el portavoz de los musulmanes vascos. «Yo estoy  casado con una valenciana y mis hijos hablan euskera. Son musulmanes, sí, pero  también son vascos con todas sus obligaciones y derechos».
En Álava  residen 9.532 practicantes de la religión islámica que, entre otras  reivindicaciones, luchan por conseguir una almacabra, un cementerio donde  sepultar a sus muertos según sus ritos. En Bilbao lo consiguieron y, desde 2008,  disponen en Derio de una parcela donde los cadáveres son enterrados, una vez  purificados, con su cabeza hacia La Meca. Es el único que existe en Euskadi.  «Llevamos años tratando de conseguir lo mismo en Álava, pero el tema está  parado», comentan desde la asociación Al Indimay que, en árabe, quiere decir 'la  integración'.
Precisamente, con el ánimo de canalizar las demandas a la  Administración, 24 de las cerca de medio centenar de entidades culturales  islámicas han constituido recientemente el Consejo Musulmán Vasco. La primera y  única reunión hasta la fecha se celebró en diciembre en Vitoria. «De momento  hemos tenido una toma de contacto y pronto tendremos otro encuentro», comenta un  portavoz de la asociación vitoriana. El propósito es crear la figura de un  interlocutor único que negocie directamente con las instituciones medidas para  el conjunto de la comunidad y que engrase la relación entre las distintas  asociaciones que, hoy por hoy, funcionan de manera un tanto estanca.
El  representante de la Unión de Comunidades Islámicas de Euskadi reconoce que, en  los últimos años, «se han conseguido cosas», aunque su lista de demandas es aún  amplia. Reclaman, por ejemplo, que la circuncisión se incluya en el catálogo de  prestaciones de Osakidetza, locales para hacer las cinco oraciones preceptivas  diarias en hospitales, menús 'halal' en escuelas o centros sanitarios... «Hemos  conseguido que en los comedores de los centros de menores ya se sirva carne de  animales sacrificados según nuestros ritos que ya se empieza a ver también en  los supermercados», se felicita El Hannafy. Otro logro fue la asignación de un  profesor de religión, eso sí, insuficiente para casi 3.000 alumnos  musulmanes.
Son las siete de la tarde y dos de estos escolares se quitan  sus deportivas de marca en el vestíbulo de la mezquita Assalam. Van a rezar.  «Las nuevas generaciones son nuestra esperanza, trabajamos para que a ellos no  se les llame extranjeros». Buena parte de la labor desarrollada desde las  asociaciones va encaminada a la ardua tarea de que los hijos de los inmigrantes  conserven las tradiciones del Islam. Y lo están consiguiendo. «Aquí tenemos  clases de árabe y religión islámica y hay lista de espera».
Entre tanto,  la Casa Libia prepara una nueva concentración para pedir a la comunidad  internacional «que no permanezca impasible ante un régimen dictatorial que  bombardea y asesina a una población civil inerme», pide Idris Erdiwa, un marino  mercante afincado en Bilbao desde hace 25 años. En su web, el comunicado de  condena del bombardeo sobre Trípoli está ilustrado con la imagen del 'Guernica'  de Picasso; un terrible paralelismo con el que los libios vascos claman para que  episodios tan vergonzantes de la historia no se repitan nunca más.

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