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martes, 5 de abril de 2011

AL ENCUENTRO DE NUESTRAS RAÍCES


Periodistas de la Universidad Complutense de Madrid cruzamos los 14 kilómetros que separan España de Marruecos. La educación tradicional y los medios de comunicación han silenciado la influencia de la cultura árabe-musulmana en todo el mundo hispano, Iberoamérica incluida. No olvidemos que, así como asumimos nuestro tercio greco romano y el tercio judeo cristiano nos han arrancado, desde 1495, nuestro tercio árabe musulmán, sin el cual es imposible comprender nuestras señas de identidad y entender nuestro imaginario reprimido.
Este grupo de periodistas y de estudiantes del Taller de Periodismo solidario en la universidad de Madrid hemos hecho realidad esta experiencia, que se enmarca dentro de las actividades deportivas, culturales y extra-curriculares que complementan la auténtica universidad. Recuperamos una antigua tradición de ir al encuentro de Marruecos con el profesor de Hª del Pensamiento Político y Social, para recuperar las raíces perdidas. Desde el primer día de clase nos espolea para que nos atrevamos a pensar, a dudar, a arriesgar y, sobre todo, a conocernos a nosotros mismos.
Con los componentes de este Taller distintos grupos de periodistas había venido a Marruecos en otras ocasiones, aunque para el viajero nunca hay dos viajes iguales, a diferencia del turista que se deja arrastrar por la prisa de las fotos de lo que "tiene que ver".
Mis acompañantes de ahora conocieron la experiencia por otros periodistas que se habían enriquecido en anteriores viajes y por Marrakech, una huida, el libro del profesor García Fajardo que cuenta una de esas experiencias con cincuenta estudiantes de periodismo, realizada desde hace 25 años. La ruta se decide con antelación, y se organizan conferencias, cursos, encuentros de fin de semana en la Sierra de Guadarrama para conocer las bases fundamentales del Islam y de la evolución sociopolítica de los distintos pueblos árabes. Nos hablan profesores y especialistas de esas culturas.
Las nuevas tecnologías facilitan la reserva de los hoteles por Internet y la búsqueda de vuelos asequibles para estudiantes que no cuentan con grandes ingresos. Cada uno busca los recursos necesarios para pagar el resto del viaje: desplazamientos entre las distintas ciudades, comidas, bebida y una partida para imprevistos. Se preparan lecturas sobre los destinos para reconocer las grandes mezquitas, las plazas, los mercados (zocos), las medersas (escuelas coránicas) cuando uno se encuentra ante ellos. En francés, conocer se dice rencontrer: uno sólo puede encontrar lo que ya buscaba. Eso lo dan las lecturas de guías y de distintos libros sobre el país que ya nos espera.
Conviene conocer las creencias y costumbres locales para saber comportarse y conducirse de forma adecuada. En Marruecos y en muchos países árabes denominan qaïda a ese saber estar: no rechazar el té que nos ofrece el vendedor para acordar un precio, utilizar la mano derecha, mirar a los ojos al saludar y poner la mano a la altura del corazón, como para decir "de mi corazón a tu corazón". Se trata de ir sin prisas, pues el tiempo “se hace” no se “pierde”, se vive de forma distinta, de dejarse llevar por los laberintos de las medinas y de los mercados, de descalzarse y mostrar respeto en los lugares sagrados a los que tengan permitido acceder quienes no sean musulmanes. También hay que guardar silencio en el hammam, el baño que los árabes heredaron de los romanos y donde, como en la mezquita y en la tumba, todos los hombres son iguales.
Estos viajes se han distinguido también por la acogida de los anfitriones y por encuentros de gran enriquecimiento con académicos que nos esperan en universidades o con escritores como Juan Goytisolo, con el que hemos charlado y tomado el té en Café France de Marrakech, donde vive desde hace años.
En Rabat, nos encontramos con el profesor para recorrer juntos la medina hasta la Kasbah de los Udaïas y cenar en casa de un exministro y ex embajador amigo al que acompañaba un ministro del actual Gobierno. Los entremeses y la exquisita cena con ensaladas típicas y con cordero facilitan el diálogo. El anfitrión nos ofrece su visión y nos da su opinión sobre lo que ocurre en el mundo, en especial en el Maghreb y en Oriente Medio. Al ministro le hacemos toda clase de preguntas en tono cordial y respetuoso y comparten sus puntos de vista. ¡Que no se acabe esta noche! ¿Cuándo volveremos a disfrutar de un encuentro semejante? No se trata de hacer una entrevista ni de defender puntos de vista, sino de compartir conocimientos.
Con experiencias como esta se siente uno orgulloso de haber elegido la profesión de periodista, y se confirma que la universidad no es un púlpito desde donde nos transmiten conocimientos, sino un espacio donde compartir los saberes.
Por: Carlos Miguélez Monroy
(*) Periodista. Coordinador del CCS


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