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sábado, 26 de febrero de 2011

Sólo el 12% de los inmigrantes se inscribe para votar el 22 de mayo

Fuente: Diari de Tarragona
El colectivo denuncia un proceso con trabas burocráticas y poca identificación con la clase política. Ni la ampliación del plazo ni las campañas informativas han servido 


Hace dos años, miles de inmigrantes que residen en España recibieron la noticia: podrían participar en las próximas elecciones municipales, previstas para el 22 de mayo. Se cumplía así una vieja reivindicación del colectivo. En virtud de los acuerdos del Gobierno con varios países sudamericanos, los inmigrantes que llevaban residiendo en el país al menos cinco años tendrían derecho a voto. En Tarragona, la novena provincia española donde más extranjeros podían ejercer su voto por primera vez, 5.145 inmigrantes no comunitarios –sin contar los 18.488 residentes de la UE, también con derecho a voto– recibieron la notificación para comenzar el proceso de inscripción.
Pero la cifra final de los inmigrantes que ejercerán su voto resulta descorazonadora. De esos 5.145 sólo han acabado inscribiéndose 677, apenas un 12% que ilustra, por un lado, el desinterés del colectivo por participar en la política más local y, por otro, lo intrincado del proceso para inscribirse, denunciado por algunas asociaciones.
Medidas insuficientes
Así, el grueso de los extranjeros que votarán en Tarragona proceden de la UE: son 8.878. A esos hay que añadir los 677 que acudirán a las urnas por los acuerdos alcanzados, lo que da un cómputo global de 9.555 extranjeros.
En numerosos pueblos de la provincia, no se ha inscrito nadie. Llama la atención que en Reus se hayan apuntado tres personas más (159) que en Tarragona (156). Ni campañas informativas de los propios colectivos o de las instituciones ni la ampliación del plazo en diez días (debía acabar el 15 de enero y se prolongó hasta el 25) han servido para seducir al electorado.
La tendencia es fruto del desinterés que la política suscita no sólo en la parroquia foránea sino en toda la sociedad. «No hay ningún representante de los inmigrantes en ningún partido político. La gente está decepcionada. El inmigrante no se identifica con ningún grupo. Hay un decaimiento moral. En realidad, no nos han tenido en cuenta para las elecciones», explica Hernán Jiménez, presidente de la Asociación Diversidad Integral.
Promesas electorales
Las entidades inmigrantes admiten que si la integración se consigue en la calle, aún está lejos de producirse a otros niveles, como aclara Juan Carlos Lozano, presidente del colectivo de colombianos en Tarragona. «Todavía falta mucho tiempo para identificarse con un partido político. Los inmigrantes ‘pasan’ un poco de la política. Esté un mandatario u otro no le va a solucionar la situación laboral. Además, durante las campañas todo son promesas electorales».
Sergio Guzmán, presidente de la delegación de la Asociación Salvador Allende en Tarragona, conoce bien al colectivo chileno. «El fallo de la política ha sido la poca importancia que se le ha dado a los colectivos extranjeros. No se les ha invitado a participar en las ejecutivas. Somos marginados. La clase política tiene que bajar al pueblo y escuchar y no siempre lo hacen. Luego, siempre está ese extranjero que no se integra, y la comunicación que falta entre la clase política y los inmigrantes».
Abderrafie Ben Cheikh es un empresario marroquí afincado en la provincia desde hace 22 años: «Cuando hay una crisis económica, el político debe acercarse a la gente para ganarse la confianza y, de momento, no lo han hecho. La clave es la cercanía al pueblo.  El inmigrante no se ve representado».
Ni izquierdas ni derechas
Si en otro tiempo las opciones de izquierdas seducían a los recién llegados a un país, ahora el color político tiene poca influencia. «En Francia hay algunos inmigrantes que se están yendo a la derecha. El inmigrante está con el partido que se trabaja a la gente, a la calle, y no necesariamente con las formaciones obreras. Últimamente no se nos convence sólo con el discurso de tanto socialismo», añade Abderrafie Ben Cheikh.
Otro de los factores que según las asociaciones ha provocado el rechazo inmigrante a la inscripción han sido las trabas burocráticas. En muchos casos, los diferentes colectivos han tenido que sortear una carrera de obstáculos en forma de trámites administrativos para poder votar. Para realizar la solicitud, se exige un certificado de residencia que justifique el tiempo de estancia, expedido por la Policía Nacional.
‘No voy a pagar por votar’
El trámite podía durar entre ocho y 15 días y costaba aproximadamente unos siete euros. «Me parece injusto que cuando vayas al ayuntamiento te manden a la policía, para que te expidan un informe de residencia legal, que vale siete euros. Me he encontrado con gente que me ha dicho: ‘Quiero votar pero no voy a pagar por votar’», comenta Juan Carlos Lozano.
Otros consideran que el proceso era mejorable. «Las comunicaciones a los interesados llegaron un poco tarde. Fue todo información a última hora. El plazo tenía que haber durado varios meses y las instituciones deberían haber informado con más antelación», se queja Hernán Jiménez.
El registro en Tarragona es similar al del resto de provincias en España. A nivel estatal, sólo el 13% de los más de 350.000 extranjeros no comunitarios que tienen derecho a votar han expresado su deseo de concurrir a estos comicios, según los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística.
Además de los ciudadanos de la Unión Europea que residen en España y que ya tenían reconocido su derecho al voto desde 1992, este año por primera vez podían participar los inmigrantes de Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Islandia, Noruega, Nueva Zelanda, Paraguay, Perú y Cabo Verde, que formalizó el acuerdo con España días antes de que acabara el plazo de inscripción.
Otra cuenta pendiente es alcanzar un acuerdo para que los marroquíes puedan votar en próximos comicios. Se trata de la comunidad más numerosa de la provincia, con 39.665 inmigrantes. «Alcanzar acuerdos siempre depende de que el país se mantenga estable. El pacto con Marruecos llegará en cuatro o cinco años», aventura Abderrafie Ben Cheikh. 

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