La intervención de EEUU y la OTAN en Libia, con la cobertura del Consejo de  Seguridad Naciones Unidas, es parte de una respuesta orquestada para mostrar  apoyo al movimiento contra un dictador particular, y en haciéndolo, para poner  fin a las rebeliones árabes afirmando el control occidental de la situación,  confiscando su ímpetu y espontaneidad y buscando restaurar el statu quo  ante.
Es absurdo pensar que las razones para bombardear Trípoli o para  tirar al pichón en las afueras de Bengasi están concebidas para proteger a la  población civil. La utilización de argumento está concebida para atraerse el  apoyo de los ciudadanos euro-norteamericanos y de parte del mundo árabe.  “Miradnos”, dicen los sátrapas Obama/Clinton y los de la UE , "estamos haciendo  el bien. Estamos del lado del pueblo”. 
El cinismo es tan patente, que quita el aliento. Se supone que  debemos creer que unos dirigentes que se han manchado las manos de sangre en  Afganistán y Pakistán están defendiendo ahora al pueblo libio. Los degenerados  medios de comunicación británicos y franceses son capaces de tragarse cualquier  cosa, pero el hecho de que gentes decentes de izquierda caigan todavía en el  estercolero resulta deprimente. La sociedad civil se conmueve fácilmente con  algunas imágenes, y la brutalidad de Gadafi bombardeando a su propia población  fue el pretexto utilizado por Washington para bombardear otra capital árabe.  Entretanto, los aliados de Obama en el mundo árabe se aplicaban con empeño a la  tarea de promover la democracia....
Obama habla de un Gadafi inclemente, pero la clemencia occidental  nunca llueve de barato desde el cielo. Sólo resulta una bendición para el poder  que la dispensa, el más poderoso de los más poderosos.
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